¿Qué pueden aprender los astronautas de los marineros?
Paula Lamo Anuarbe, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
El barco Mayflower, que transportó a los primeros colonos europeos a América del Norte en 1620, estaba tan bien pertrechado que fue usado como refugio durante el primer invierno, debido a las condiciones extremas y falta de víveres en tierra firme. Permitió crear una nueva comunidad y fundar Plymouth Colony (hoy, Massachusetts).
Y es que, desde hace siglos, los barcos se han diseñado para ser autosuficientes. En la época de los grandes descubrimientos, la tripulación podía navegar por mares y océanos sin contacto con tierra firme durante meses, incluso años, a bordo de embarcaciones como las carabelas y galeones, que transportaban personas, alimentos, herramientas y animales vivos para subsistir.
Otro ejemplo, aunque con un final más sangriento, se vivió nueve años después del primer viaje del Mayflower con el barco holandés Batavia. Naufragó después de pasar meses en el mar. Los supervivientes lograron construir un pequeño asentamiento con los restos de la embarcación. Sin embargo, las dinámicas humanas fueron letales.
De la navegación a la digitalización
Hoy, los barcos son auténticas maravillas tecnológicas: fusionan siglos de experiencia marítima con las innovaciones del siglo XXI, como, en última instancia, el internet de las cosas (IoT).
Cargueros y cruceros cuentan con sistemas que les permiten monitorizar y gestionar todo, desde la ubicación y el consumo de combustible hasta la calidad del aire y el estado de las mercancías transportadas.
La vida a bordo también ha cambiado. La conectividad satelital permite a las tripulaciones mantenerse en contacto con sus familias, mientras que sistemas automatizados reducen la carga de trabajo manual.
Ahora, la humanidad busca conquistar otro vasto e inhóspito terreno: el espacio. En los últimos años, vivimos una nueva carrera espacial, liderada por iniciativas comerciales como SpaceX, Blue Origin y la renovada NASA. Los vuelos espaciales turísticos son una realidad y los planes para colonizar Marte y establecer bases permanentes en la Luna ya están en marcha.
La autosuficiencia y la capacidad de operar en condiciones extremas son sus prioridades absolutas. ¿La historia se repite?
Los barcos y los hábitats espaciales comparten una premisa fundamental: ambos son entornos autosuficientes diseñados para sobrevivir en condiciones extremas lejos de recursos externos. Este paralelismo es especialmente evidente en la necesidad de autosuficiencia, que exige sistemas avanzados de generación de energía, reciclaje de agua y gestión de residuos.
Mares y cosmos: la vida en condiciones extremas
Los barcos utilizan tecnologías de desalinización y energías renovables. Por su parte, los hábitats espaciales dependen de sistemas cerrados para el reciclaje total del agua y el aire, lo que ofrece oportunidades para integrar y mejorar ambas tecnologías.
Un ejemplo de esta aplicabilidad son los sistemas de reciclaje naval, como los usados en submarinos nucleares, que inspiraron tecnologías de hábitats cerrados en la Estación Espacial Internacional. Algunos ejemplos son su sistema de purificación de aire, que elimina dióxido de carbono y regenera oxígeno mediante electrólisis, o el que permite reciclar el 98 % del agua usada por los astronautas, recolectando su orina y sudor.
Por otro lado, en ambos tipos de vehículos el espacio es limitado. El diseño eficiente de áreas de trabajo, almacenamiento y habitabilidad es un aspecto crítico. En barcos, los espacios suelen ser multifuncionales y están optimizados para maximizar la operatividad en una estructura relativamente compacta. Este principio también rige en estaciones espaciales, donde cada centímetro cuenta para garantizar la funcionalidad y comodidad de la tripulación.
Así, por ejemplo, los sistemas espaciales han importado del sector naval las literas retráctiles, los sistemas de almacenamiento modular y empotrados, los baños con tecnología avanzada para reciclar agua y compactar residuos en un espacio extremadamente reducido, o el concepto de hot bunking, entre otros.
Solos allí fuera
¿Y qué hay del desafío del aislamiento extremo? En alta mar, las tripulaciones deben adaptarse a largos periodos lejos de tierra firme. Los exploradores polares en barcos como el Endurance de Ernest Shackleton demostraron la importancia de la planificación meticulosa y el liderazgo.
De igual manera, en el espacio, los astronautas pasan meses o años en entornos completamente aislados.Estudios psicológicos realizados en largas expediciones marítimas, como las del HMS Challenger en el siglo XIX, han ayudado a diseñar estrategias para reducir el estrés en astronautas durante misiones prolongadas.
El éxito dependerá de la preparación técnica, el bienestar psicológico y la capacidad de trabajar en equipo, manteniendo una convivencia armónica.
Respecto a la gestión de emergencias y la optimización de recursos, los buques, por ejemplo, disponen de protocolos sólidos para responder a incendios o fallos mecánicos. Y, en el espacio, la capacidad de reparar sistemas críticos con recursos limitados es imprescindible en la formación de todo astronauta.
Asimismo, la implementación de tecnologías modulares y herramientas como impresoras 3D, inspiradas en el mantenimiento naval, puede mejorar la resiliencia de las misiones espaciales.
Parece obvio que las similitudes son notables. Pero también existen diferencias que requieren soluciones adaptadas, un poco de ingenio e innovación.
Lecciones de los mares para las estrellas
Tanto los barcos como los hábitats espaciales son ejemplos de resiliencia y adaptación en entornos extremos. Aunque los desafíos que enfrentan son únicos, las soluciones desarrolladas en ambos sectores están interconectadas.
Al estudiar y adaptar siglos de experiencia naval, la humanidad puede allanar el camino hacia un futuro donde la vida en los océanos y más allá de nuestro planeta sea posible y sostenible.
Paula Lamo Anuarbe, Investigadora en Internet de las Cosas, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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